Hubiese podido escribir cientos de páginas sobre su estupidez. Podría haber derramado renglones sobre renglones en papel virgen tan solo para hacerla parecer malvada, simple, ajena a mí. Para aliviar de alguna manera aquel golpe tan manido, aquella excusa miserable para dejar que el silencio, como la hiedra, se apoderara de nuestro momento (tan breve, por otra parte). Algo insignificante, si se piensa. Algo endeble y que apenas se sostiene, su criterio.
Seguro que has conocido a alguien para quien lo importante es el grosor de los libros y no su contenido. Que da valor a lo físico y se lo quita a lo realmente importante. Que abandona antes de empezar y se vanagloria de su simpleza. Por eso, ocho líneas son suficientes para describir tan poca cosa.
Existen, por el contrario, personas para las que lo importante es la tibieza del trato. El respeto, la cortesía, el descaro y la risa. El susurro más cálido cuando algo te ha hecho daño. El abrazo, la caricia, ese recorrer tus heridas con las yemas de los dedos dibujando tranquilidad con cada trazo. La complicidad, el preocuparse de los problemas del otro, el tratarlo como alguien completo y no como la mitad de algo insignificante. Seguro que has conocido este segundo tipo de personas, las que hay que arropar con amor y cuidar en su excepcionalidad.
Por eso te elijo a diario, te busco, te prefiero. Por eso formas parte indispensable de mi vida. Aunque estés lejos, aunque algo se empeñe en separarnos. Es saber que somos amigos a pesar de todo y que esa es la forma más perfecta que hemos encontrado de entregarnos al compañero de camino. Sin que seamos propiedad el uno del otro, sin que nuestras diferencias nos hagan extraños. Siento que puedo contar contigo porque no eres de aquel tipo de personas, sino de las que me miran como si fuéramos ciegos, de las que me escuchan con atención a pesar de que a menudo diga cosas sin importancia. Por eso doy gracias, porque sé que no me soltarás la mano hasta el final y nunca me dejarás caer otra vez. Y espero con impaciencia nuestro próximo abrazo infinito, ese que selle nuestras cicatrices y nos haga cada vez más fuertes cuando el oleaje de la vida amenace con hacernos zozobrar y todo parezca sombra a nuestro alrededor.