Me siento a escribir, como hago habitualmente, delante de mi ordenador. Normalmente tiro del hilo invisible del germen de la historia. Poco a poco algo surge y los personajes, acaso yo, toman vida y escapan a mi voluntad. También con frecuencia tomo prestados partes y gestos de personas que conozco, que deseo o que odio, y las presento ante mí. Que luego alguno de vosotros lee, viéndose reconocido, o no atreviéndose a hacerlo. Argumentos de mi vida o inventados, o con asiduidad mezcla lo uno de lo otro me arrastran y me ayudan a sacar fuera alegrías y lamentos, amores y desengaños.
Hoy me siento a escribir pero no salen las palabras como a mí me gustaría. Temo equivocarme de nuevo y esta vez sí dolería. No me atrevo a insinuar, a ir deprisa, pero temo también ser cobarde y volver a vivir aletargado. Hay un mar de nubes en el horizonte, que ofrecerán sombra, estoy convencido, en este sol de desierto que quiere quemar partes de guiones que escribo con ilusión. Siempre con ilusión, a pesar de las veces que he caído y he tenido que levantarme. Y cada vez cuesta más mantener el gesto, la sonrisa y ser buena compañía, pero con algo de mí que se niega a la derrota, lo hago.
No quiero vivir instalado en la queja. Soy esto y aquello, mi mundo a veces se derrumba, sí. Pero crece y florece de nuevo con cada golpe. Y quiero vivir soñando y seguir cuidando de mis personajes, mezclarme con ellos. Escribir azares que me acerquen definitivamente a mi compañera y no más distancias ni tristezas. Sé que hay precipitación en mi forma de hacerlo, que no planifico, que no premedito. Que muchas de mis historias mueren jóvenes por falta de paciencia. Pero no va ser este el caso. Quizás leas estos renglones en un tiempo y te parezcan ridículos, acaso excesivos. Pero debo hacerlo.
Hay ciudades que quisiera visitar, montañas y senderos que caminar, libros que leer. Historias que contar, amaneceres que compartir, desayunos, soles en la ventana. Lluvia serena en los cristales, el olor dulzón del césped recién cortado. Hay abrazos que estoy deseando dar, besos que ni me atrevo ahora a soñar, retos que superar. Hay vidas en mi vida que vivir a tu lado. Porque ya eres parte, de una forma u otra, de aquello que he escrito y que nadie ni nada permitirá que olvide. Seré dueño de mis errores, pero también de mis éxitos. Y acabo con dulzura, como si tocara una sonata en un piano bien afinado, tecleando una y otra vez tu nombre, solo por verlo escrito en la pantalla. Para poder rozarlo con mis dedos y poder decir que hace años que te evoco, pero solo ahora que te conozco, puedo decir que quizás eras real.
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