Noche

Desde la posición en la que se encontraba podía ver cada una de las pecas de su hombro. Él jugaba a acariciarlas con la yema de uno de sus dedos, trazando dibujos imposibles que borraba con un gesto que ella apenas notaba. Los párpados de la muchacha estaban cerrados y la respiración entrelazaba el aliento de ambos en una cálida extensión de su abrazo. El brazo fuerte de él pasaba por debajo del cuello de ella y su mano derecha, que quedaba libre, jugaba ahora con sus cabellos, que caían algo tristes sobre el colchón, llenándolo todo de líneas oscuras. Ninguno de los dos quería levantarse ni pronunciar palabra, temerosos de la despedida que les aguardaba cuando amaneciera. Los primeros brochazos de luz en el horizonte empezaban a colarse por la ventana del apartamento y él le cerró los párpados a ella con dos besos que apenas dejaron sonido alguno en la habitación. Pronto no quedaría de este momento más que los trozos rasgados de la tela del recuerdo y ambos sabían que debían memorizar el aroma del otro para tratar de hacerlo eterno. En alguna parte maulló un gato trasnochador y las cortinas de la ventana quisieron escapar llevadas por una ráfaga fresca de amanecer. El aroma de la hierba y las plantas del jardín de debajo de la casa se colaron por las rendijas dejando en la habitación la fragancia de la mañana y ellos cerraron los ojos juntos por última vez, al menos de momento. Cuando ella los abriera él ya no estaría, no se despedirían, no dirían nada. Cuando el día, por fin, rompiera con su luz cada rincón de la cama ella abriría sus párpados y no encontraría en el colchón más que una sábana arrugada donde querría ver la silueta del otro. Su piel aún atesoraba el recuerdo de sus caricias cuando él tan solo era ya ese fantasma que se colaba en sus noches, por la ventana, a escondidas del resto del mundo. Se giró y no quiso abrir los ojos todavía. En algún lugar de la ciudad, un muchacho se despierta con la sensación de que nada se ha acabado y cierra de nuevo los ojos, y trata de apresar por unos instantes más los coletazos de ese sueño que le acerca a ella cada vez con menos frecuencia.

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