La página 156

Cayó de un libro, despacio. Se posó sin prisa en la mesa. Estábamos en casa de mi hermanastro. Era diciembre y habíamos comido demasiado. Él preparaba café en la cocina. Un cigarro en la mano. Yo husmeaba en la estantería de los libros. Sus padres, nuestros padres, habían muerto. A él los problemas de sobrepeso no le habían impedido seguir fumando. Yo temía que se fuera pronto. Blanco y negro, saturada, algo golpeada por el tiempo. Medio doblada y rota por dos de sus esquinas. Nos criamos con Brooks, su padre. No conocí a mi madrastra, no conocí a mis padres. Todos murieron o se marcharon con prisa. Todos decidieron que bregara con la soledad. Miré la foto desde la que unos ojos rasgados me miraban inquisidores, abrazándome. Hipnotizado, medio entero, medio partido. Esa mujer. Algo antiguo merodeó por el comedor de Julien. Mecánicamente le di la vuelta a la fotografía. Tuya: Lyon, 3 de enero de 1.968. Julien dijo algo en francés desde la cocina. Yo introduje nervioso de nuevo la imagen en el libro que ardía ya entre mis manos: Madame Bovary, Gustave Flaubert, página 156. Lo volví a dejar en la estantería. Tenía las llaves de la casa de Julien. Volvería al cabo de una semana, aprovechando un viaje de mi hermanastro.

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