Retales

Encontraba la calma en escuchar historias de los demás y hacer de los fragmentos de sus vidas un mapa que le hiciera las cosas más previsibles. Se entretenía con los ecos que coleccionaba por la calle, en los periódicos, en cualquier parte y los ordenaba en su cabeza construyendo vidas con estos retales. Olvidaba con frecuencia dejar cerrada la puerta de su casa y por ella entraban los gatos que lo curioseaban todo y que, en alguna ocasión que otra, debía apartar para poder sentarse. La desocupación lo había conducido a llevar una vida de felino, por lo que se entendía bien con ellos. Pero hacía unos días que las ideas revoloteaban obsesivamente en su cabeza y no podía darles demasiado significado. Algunas voces familiares en el edificio lo sacaban de sus ensoñaciones y hacían menos turbio el paso del tiempo y él intentaba explicar a su otro yo imaginado que era imposible tratar de dar sentido a los pensamientos cuando estos andan fuera de la jaula. En un diálogo animado delante de un espejo se decía frases que sonaban nuevas, pero que tenían años. Debía dar una ocupación a sus pensamientos o estos acabarían devorando cada rincón de su vida cotidiana. Y decidió rellenar con los retales de historias los huecos de la suya y en ese momento comenzó decididamente a vivir. Un gato dormía en esos momentos sobre la estufa apagada.

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