Océanos

Se maquillaba con deleite y borraba y borraba los ojos tristes que flotaban a veces sobre su rostro de talco. Recorría como beso sus labios entre el rojo y el púrpura, entre el fuego amanecer y el lento ocaso. Su espejo apenas era amigo a esas horas de la madrugada, pero desde donde ella estaba podía vigilar las acciones imprevisibles del reflejo de su gata. Y también se peinaba. El pelo lacio se derramaba por sus hombros, vencido al suave hacer del peine. Sobre la mesa un neceser alijo de pinturas y cremas como nubes espesas sobre el suelo ardiente del mes de agosto. Pero en los cajones notas de amor y algunas pestañas que rescató de su almohada y sonrisas improvisadas a través de su ventana y un niño que la mira, que la sueña, que la espera, que le pide un deseo. Y es ella misma la que siente el abrazo largo y cálido desde el otro lado del cristal, sonriendo océanos.

Deja un comentario